
El día después de la traición se percibe cansancio,
el agotamiento de tanto sentir en el cuerpo y en la cabeza.
Es un día más reflexivo. Aun más doloroso ya que
pasó esa violencia del instante mismo de la acción.
Y hoy llega la bronca, el no entendimiento, el querer
saber, el pensar en dónde reubicarse. La bronca no
sólo por mí, ni por nosotros sino por ustedes.
Por perjudicarse de esa forma, quemarse con algo tan
evidente.
Pero me pongo en el lugar de esa persona estafada
y entiendo cómo debe sentirse.
¡Y ahora veo! Casi con frialdad, como festejaron
cada una de sus caídas y sobre todo la última.
Para que sepan, no fue casual, él supo de dónde
venía la traición que tantos sospechamos, él se anticipó,
él la descubrió.
Hay tantas cosas que hoy no entiendo.
¿No pensaron? ¿O ni siquiera les importó?
No sólo perjudicaron al gran jefe sino también a
todos nosotros, a cada uno de los indios de la tribu.
Es como prender fuego al costado de uno y después
querer salir corriendo, sin importarte quién más
puede quemarse, sin pensar que todo se puede quemar.
¡Vos que encendiste la llama, huís como una rata,
escapando de entre la basura prendida!
Tanto habrás cambiado que te transformaste hoy
en esto, un ser lleno de mentiras. Vos te armaste ese
nuevo mundo. Abandonaste a quienes te queríamos
y se empañó todo con total falsedad.
En este mismo instante, escribiendo, querría
descubrir dónde pararme. No puedo festejar ni
halagar tus actos, para mí la ética es otra cosa, es ser
una buena persona, es ser fiel a los que quiero. No te
olvides, esa excusa que ahora buscás para hacernos
sentir que la traición está justificada no es tal.
No cuenta.
Yo no habría sido quien encendiera el fuego,
en todo caso hablaría con el cacique y si él no
apoyara mi visión, hubiera caminado dejando atrás
al resto de mis pares, pero no los hubiera condenado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario